20 años de silencio para la tragedia minera asturiana del pozo Nicolasa

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Han pasado 20 años pero la memoria es menos frágil de lo que parece y el tiempo se sucede a una velocidad desajustada con la realidad. La tragedia del pozo Nicolasa causó hace ahora dos décadas una conmoción tan profunda en la sociedad asturiana (y en la minería en particular) que parece que la cicatriz aún no ha desaparecido. Fueron catorce los muertos de un accidente que todavía hoy no tiene una explicación clara y dos los supervivientes a los que la pesadilla acompañó durante años. Ángel Zabala y José Víctor Álvarez pudieron salir del pozo y su primer testimonio y luego su silencio sintetizaron el significado de un siniestro sin casi precedentes en Asturias en el siglo XX y que marcó el rumbo de la minería en la región.

El relevo de la noche de aquel jueves 31 de agosto de 1995 había reunido a solo 63 trabajadores: los turnos de verano habían reducido a un tercio la cifra habitual. La explosión de grisú tuvo lugar a las 3.15 horas de la madrugada en la capa octava, entre las galerías cuarta y quinta de pozo San Nicolás, una mina de la empresa pública Hunosa. Una explosión que llegó sin avisar, sin que las alertas de seguridad ni los grisómetros aportasen ninguna señal. Una deflagración de fuego y de gas metano que atrapó a 14 trabajadores. Diez de ellos eran empleados de Hunosa y otros cuatro eran mineros checos, que provenían de Moravia y que trabajaban en una subcontrata, Satra. Zabala pudo salvar el pellejo gracias a que tenía a mano la mascarilla de oxígeno y Álvarez pudo salir también gracias al azar, ese conjunto de casualidades que siempre ha definido a las tragedias mineras.

Conteo angustioso

El rescate de los cuerpos duró ocho horas, en una ceremonia funeraria devastadora. Un pasillo humano en la bocamina, en silencio, que iba contemplando absorto el desfile de camillas, una a una, con cuerpos envueltos en mantas tiznadas de carbón en un conteo angustioso. El equipo de rescate, que necesitó respiración asistida, fue sacando al exterior a los fallecidos. Las galerías, que se encontraban a 400 metros de profundidad, estaban aún invadidas por el monóxido de carbono. Los tres últimos cadáveres fueron los más tardíos al estar atrapados por un desprendimiento: la explosión también había causado el derrumbe de la galería. El dolor invadió las cuencas mineras con el epicentro en Ablaña, en el castillete de San Nicolás. El más joven de los fallecidos, el checo Michal Klenot, de 29 años, estaba a punto de irse de vacaciones el día 1 de septiembre, como Luis Antonio Espeso, de 35 años. Elías Otero se iba a jubilar el año siguiente. Las eternas historias de la mina. Los funerales multitudinarios fueron la demostración de ese dolor tan intenso.

Aquel año 1995 fue nefasto para la minería asturiana: fallecieron 26 personas, una cifra que ahora parece escandalosa y que define la evolución del sector en este país y también el desarrollo de las medidas de seguridad. Hunosa daba empleo por entonces a más de 10.000 trabajadores (hoy son solo una quinta parte). Para la minería asturiana, el impacto fue tan intenso que hay un antes y un después de la tragedia de Nicolasa. La empresa pública fue declarada responsable de la tragedia y pagó en indemnizaciones a las familias cerca de un millón de euros tras un largo proceso de seis años. Las medidas de seguridad se incrementaron, con fuertes inversiones en la detección de grisú y en métodos para diluirlo. El trabajo fue mecanizado en mayor proporción. Los riesgos fueron minimizados en la medida en que se pueden minimizar en un trabajo como el de minero. Hunosa pasó a ser un referente internacional en materia de seguridad minera. Hicieron falta 14 muertos.

Sin respuestas

¿Qué hizo deflagrar el gas? ¿Cuál fue la causa o de dónde vino la chispa? Preguntas que quedaron sin resolver. Solo produjeron una tonelada de propuestas y de respuestas a medias. Para CCOO, por ejemplo, la chispa provino de la máquina extractora del carbón. El Gobierno regional propuso como hipótesis que el origen pudo ser la explosión de varios cartuchos de dinamita. Hunosa dirigió el foco hacia el electroventilador, que podría haber desprendido chispas. La Junta puso en marcha una comisión de investigación que se cerró sin respuestas, como suele ser habitual. El parlamento, eso sí, criticó en su informe final un cúmulo de deficiencias de las instalaciones (mantenimiento, ventilación, componentes eléctricos) que al menos sirvieron para establecer las indemnizaciones judiciales a las familias.

Jesús Trapiella, Eugenio Martín Curieses, Manuel Ángel Fernández Bueno, Anatolio Lorenzo Pedrosa, Luis Antonio Espeso Mencía, Francisco Javier González Merino, José Ignacio del Campo Bernardo, Juan Manuel Alvarez Fernández, Eduardo Augusto Alves, Elías Otero Fernández, Viastimil Havlik, Miroslav Divoky, Michal Klenot y Milan Rocek. Son los nombres que hoy recordamos, 20 años después.

Más información http://www.asturias24.es/secciones/comarcas/noticias/la-tragedia-minera-del-pozo-nicolasa-cumple-20-anos-sin-respuestas/1440958706

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