Valle de Riaño, 30 años de su destrucción total por la fuerza gubernamental

Voladura de la iglesia de Riaño en julio de 1987.

Antonio Vega

Noche del 6 al 7 de julio de 1987. Desfiladero de Bachende. Tres jóvenes de Riaño vigilan la carretera que une el valle con el resto de la provincia, pendientes de la llegada, que se antojaba inevitable, del convoy que marcaría para siempre el fin en la historia de nueve pueblos, dos parcialmente, bajo las aguas del pantano de Riaño. El Gobierno del PSOE de Felipe González había sentenciado al valle, que sumados a unos reveses judiciales y una fuerte represión no pudieron evitar la mayor tragedia vivida en León en democracia.

Alfonso González Matorra, 'Fonso', era uno de esos jóvenes que recuerda las hora de vigilancia y cómo hacia las seis de la mañana se empezaron a ver entre la niebla un gran número de faros de una gigantesca columna que tómo el valle con órdenes militares, iniciando dos semanas de desalojo y destrucción, casa a casa, de todo vestigio habitado del valle. El último pueblo en caer, Pedrosa del Rey, el 21 de julio. Sólo se salvaron algunos vestigios monumentales, como el puente medieval de la localidad, que se deja ver en épocas de sequía como vestigio de lo que hubo en la zona, vida.

Fonso, impulsor de Riaño Vive, recuerda como intentaron avisar la pueblo lanzando una bombas, que no se pudieron ver por la niebla. El lanzamiento de piedras y de aceite sobre la carretera apenas pudo interrumpir unos minutos el cortejo que iba a rematar, tras un intento parcial en el otoño de 1986, Riaño y las localidades de Anciles, Salió, Huelde, Éscaro, La Puerta, Pedrosa del Rey, y parcialmente Burón y algo de Vegacerneja. Toda la zona fue militarizada, nadie podía salir o entrar si no era vecino, y las máquinas iniciarón la destrucción final del valle.

Destrucción de la localidad de Huelde. Imagen vía Riañovivo.blogspot.com

“El golpe fue muy duro” rememora Fonso, que reconoce que “es algo que te dejó muy mal, cada uno salió de las cenizas como pudo”. Recuerda González Matorra que Riaño “era un sitio para vivir y no para tenerlo lleno de agua”, rememorando en la conversación la vida en la localidad más importante de la Montaña Oriental. 20 años después de la destrucción Fonso impulsaba la plataforma Riaño Vive, que ha promovido el fin del pantano, con propuestas como rebajar la actual cota del mismo, que cayó en saco roto ante el desinterés político.

El origen del pantano data de finales del S. XIX con el diseño de las grandes infraestructuras hidraúlica del país, bajo el nombre del pantano de Bachende. En 1963 el Gobierno del dictator Franco retomó el proyecto aprobando su construcción en 1966 y el Gobierno del PSOE de Felipe González las remató con urgencia en 1987, antes de que entraran en vigor las normas europeas de medioambiente en 1988 que habrían imposibilitado su construcción.

La destrucción final de todas las localidades afectadas fue por la fuerza, o salías por tu propio pie o te sacaba, vivo o muerto. Todo el mundo recuerda a A Simón Pardo, el ganadero de 54 años que se pegó un tiro cuando le fueron a sacar de su casa. Y aunque es el único muerto oficial de la destrucción del valle no es el único fallecimiento que se atribuye a los hechos del verano de 1987. En cuatro días las crónicas narran cómo fueron demolidas 60 viviendas y desalojadas a la fuerza 33 familias. El alcalde de entonces, Huberto Alonso, fue detenido por luchar contra las demoliciones cuando apenas llevaba poco más de una semana en el cargo.

Fonso es positivo, no obstante, “Riaño vive y vivirá siempre, es un sitio para vivir y ser felices que destruyeron”, manifestando su voluntad de “seguir luchando contra los abusadores del vil metal”. Prepara un libro sobre el Riaño pre-pantano para que la memoria de lo que fue siga viva, porque “su recuerdo me motiva para vivir”.

Mientras tanto Riaño, el Nuevo Riaño, sigue buscando su futuro entre proyectos, consciente de que pese a todo posee uno de los bancos más bonitos de León, que el pantano hoy forma parte de su posible futuro turístico pero que hay quien sigue reivindicando que esta construcción fue la mayor aberración en León desde la Guerra Civil y debería vaciarse. Opiniones contrapuestas, sin duda todas válidas, para analizar, 30 años después, la tragedia del valle de Riaño.

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