50 años de batalla sobre un tapete

La única señorita del campeonato, la cabo Vanesa Sánchez Fajardo, en la mesa de los veteranos Miguel Ángel Fernández y Tejerina, observados por Pepín Burgos / Astorgaredaccion.com

M.A. Reinares / Astorgaredaccion.com

El Campeonato de Mus Cívico-Militar ha entrado este año en una edad venerable estrenando los 50 sin visos de crisis ni las temidas 'patas de gallo'. La edad no pasa por el CM3, como se le conoce en el código de los iniciados (Campeonato Mus, Cívico Militar, Casa de la Moneda –La Peseta-).

En el mes de las ánimas, las 30 parejas decididas a 'partirse el cobre' por una grande se citan en 'La Peseta'. Nada más entrar en el salón de juego se respira el buen ambiente que reina en este campeonato, que no hace otra cosa sino profundizar en las excelentes relaciones que existen entre los verdes (los militares y guardias civiles) y los rojos (los civiles).

Si bien es cierto que el centro de atención se encuentra en las mesas y los tapetes, el control de mando se ubica en la gran mesa donde está escrito el ADN, la esencia, del CM3. Sobre ella se van narrando las novedades del día a día hasta que, más o menos, llegue San Andrés. En una esquina se encuentra la caja del pecunio (por un euro se adquiere el derecho a que te toque uno de los jamones bien visibles en uno de los extremos de la mesa), pinchadas en el tablón de anuncios se pueden leer las reglas del juego (recordadas a quien en el fragor de la batalla se pone cabezón), entre estampas de Santa Bárbara y avisos de última hora vemos un folio historiado en el que está captada la foto del momento, se trata de la temida o adorada (según quien la mire) 'serpiente bicolor' que va mostrando la evolución de las partidas ganadas y perdidas y que evidencia, sin paliativos, que este año (y ya van siete así) el equipo más pícaro y astuto no se viste de verde.

Una tradición familiar

En las cinco décadas de vida el campeonato ha sabido renovarse con sangre joven, entre los jugadores hay padres e hijos, suegros y yernos. El mus en Astorga ha generado sagas como la de los Núñez que ya va por la tercera generación, los Valencia, los Tejerina o los 'Chatos'. “Mi abuelo jugó en Casa Mundo y a mí mi padre me ha picado, me ha picado y por eso estoy aquí. Éste es el sexto año que juego y nunca hemos perdido los civiles, tengo ganas de que ocurra para invitarles”, asegura César Núñez antes de sentarse frente a Joaquín Carro, su 'media naranja' sobre el tapete.

Una de las parejas más veteranas es la formada por los civiles José Luis Tejerina y Miguel Ángel Fernández. Son 16 años juntos tratando de despistar con envites y palabras al contrario, aunque este año “no creas que va muy bien la cosa, nos ha entrado la cigua”, asegura Miguel Ángel, quien en un arrebato de sinceridad desea a los militares “mucha suerte para que sigan perdiendo”, y “pagando”, apostilla sin rencor el coronel Manrique Vecino, porque quien pierde tendrá que sufragar dos cubiertos de la comida de hermandad con la que finaliza el campeonato el sábado antes de Santa Bárbara.

El alma del CM3 es Manrique Vecino, a quien los compañeros le han encumbrado como presidente, según él, “porque en el año 64 fui el primer farol rojo”, una posición que corrobora con socarronería Miguel Ángel, “le llegará algún día en el que aprenda y podrá jugar para ganar...”. Vecino fue quien con 23 años le propuso a Mundo organizar en su casa este campeonato.

La única señorita del campeonato, la cabo Vanesa Sánchez Fajardo, en la mesa de los veteranos Miguel Ángel Fernández y Tejerina, observados por Pepín Burgos / Astorgaredaccion.com

La valiente cabo Vanesa Sánchez

Aunque el mus es un juego de caballeros (algunos de ellos muy supersticiosos) este año encontramos entre las mesas a una señorita, una militar. La cabo Vanesa Sánchez Fajardo se califica como una “chica atrevida” en un salón dominado claramente por hombres. Es la cuarta mujer que comparte baraja en la historia del campeonato.

Pasan ya de las nueve de la noche y alguno, como Ángel Martínez, ya ha finalizado el 'lance'. Es uno de los fundadores que lleva jugando “los de las bodas de oro y alguno más”, asegura en el primer envite a la entrevistadora. Con esta referencia la pregunta es obligada, ¿qué ocurre en este campeonato para mantener esta fidelidad?, “aquí hay un ambiente entrañable, relajado, amistoso, se pasa muy bien. Con los años se ha convertido en uno, por no decir el mayor, de los acontecimientos sociales de la ciudad”. Ángel Martínez atesora anécdotas como la que protagonizaban él y su compañero Fernando Núñez, “los dos, al parecer, éramos muy famosos porque celebrábamos nuestros triunfos subiéndonos a una silla y cantando 'Los Pajaritos'. Ha pasado el tiempo y, claro está, a la silla ya no nos subimos por razones obvias”.

A estas alturas, el campeonato ha pasado el ecuador y está entrando en la 'muerte dulce' para los civiles, que mucho presumir de ganar pero, como dice Pepín Burgos, “yo juego al mus e intento que no me ganen, nada más”. Pepín tuvo buena escuela de juego en Madrid, en el Círculo de Bellas Artes, y comparativamente con las partidas de la capital de España, señala que “aquí hay que tener mucho cuidado porque se engaña mucho, no veas lo que engañan todos. Y aunque les toque pagar la comida a nosotros también nos toca lo nuestro, no te creas, que si el champán, el jamón, el chorizo y lo demás”.

Encomendados a Santa Bárbara y a San Andés, el sábado 29 de noviembre la suerte estará echada. El laurel se depositará en las cabezas de los civiles, “ellos dominarán la táctica militar pero aquí no vale, la estrategia civil en el mus es la que manda y a los resultados me remito”, dice sin complejos Ángel Martínez. Será el día de la comida en que “se olvida todo, empieza la armonía y comenzaremos a preparar el 51 campeonato”, zanja Tejerina.

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