Manuel Ferrero: “Narrar es un acto de amor”

Manuel Ferrero. Foto: M. Cuenya

Manuel Cuenya

Los niños y niñas entienden más de lo que creemos. Dosificarles verdades complicadas o ponérselas en metáforas suaves está bien, pero pintarles mundos de buenismo no les prepara. Creo en la bondad humana, eso les enseño, pero sé que también existe el horror. Les explico todo con humor, respeto, ternura y busco cómo mirarlo con sus ojos para entenderlo a su manera. Todo está bien si sabemos ser creativos“.

Manuel Ferrro es un contador de cuentos y narrador leonés (“un modo como otro cualquiera de respirar con los pulmones llenos”), con raíces andaluzas, cuya vocación literaria es universal.

En todo caso, el paisaje leonés, en forma de río, nieve, montañas, riberas, bosques y gentes sencillas, conforma sus cuentos, porque el paisaje que pinta se inspira en sus vivencias. “León tiene bellos lugares. La gente leonesa me resulta leal, esforzada, valiente, algo quejica, un punto nostálgica, a veces con la sangre espesa difícil de calentar (pasiva en juntarse sin ponerle pegas a todo) y otras decidida y peleona (como en el caso de la Sama-velilla o de los mineros)”, aclara este autor reivindicativo, a quien le “presta esgalla” usar palabras y giros leoneses dentro del castellano para dignificar y honrar la 'fala' de sus mayores. En este sentido, es deudor de la rica tradición oral de sus antepasados, quienes le impulsaron a escribir sus propias historias “para seguir la estela, fugaz o eterna, de los miles de soñadores (que a la luz del fuego o en la sombra de la noche de los tiempos), hicieron de la emoción y de la palabra un arte... La palabra como forma de belleza y reunión”. Y León como una provincia de estupendos fabuladores porque “el calor del fuego en los filorios unía y generaba cercanía”. Esa mezcla de sol, río, páramo, montaña y nieve, que configuran los paisajes leoneses, como responsables de lo explosivo de la imaginación. “Aunque ahora la nieve ya no es lo que era”, precisa. León como tierra de tránsitos y encuentros porque “bebe de Asturias, Galicia y Castilla, eso sí, sin dejar de ser León, siempre puntilloso y esquivo al definirse”, matiza este devoto de la narrativa oral, que se reconoce en escritores de la talla de Miguel Hernández, Antonio Machado, Gloria Fuertes, Andersen, los hermanos Grimm, Horacio Quiroga, entre otros.

León tiene bellos lugares. La gente leonesa me resulta leal, esforzada, valiente, algo quejica, un punto nostálgica, a veces con la sangre espesa difícil de calentar (pasiva en juntarse sin ponerle pegas a todo) y otras decidida y peleona (como en el caso de la Sama-velilla o de los mineros).

Narrar es un acto de amor, según Ferrero, como un diapasón de palabras que afina los corazones. Lo que hace recordar lo que dijera el artista francés Cocteau acerca de la escritura. “Trato, al narrar, de ser memoria emocional de lo bueno/bueno, lo escribo doble, porque a veces en lo malo hay bueno y en lo bueno malo, al poner bueno bueno, me refiero al intento de superar la dualidad. Paso por todas las emociones con la serenidad del que ama la unidad que vive dentro de todos los seres y los conecta”, apostilla este especialista en literatura infantil, su modo de 'inocentizarse'. Y desde esa inocencia les habla a los niños y las niñas de todo, rompiendo de este modo las barreras de un mundo violento que luego se vuelve moralista y enmascarador.

Al autor de 'El cordero conquistador' -símbolo de la valentía y la valía del humilde“ porque ”reconocerse pequeño y necio ayuda a hacerse sabio“-, le gusta expresar la fuerza de lo puro, lo salvaje y lo libre tratando a los niños y niñas como personas que crecen, no como a seres noños y mojigatos. ”La paz está en el ejemplo. Las palabras sólo dan ejemplo si son sinceras. Los niños y niñas entienden más de lo que creemos. Dosificarles verdades complicadas o ponérselas en metáforas suaves está bien, pero pintarles mundos de buenismo no les prepara. Creo en la bondad humana, eso les enseño, pero sé que también existe el horror. Les explico todo con humor, respeto, ternura y busco cómo mirarlo con sus ojos para entenderlo a su manera. Todo está bien si sabemos ser creativos“.

Si bien Ferrero fue finalista, en el año 2000, del premio Letras Jóvenes de la Junta de Castilla y León, y ha recibido además algunos otros premios, dice que los premios son “hojarasca, próspera hojarasca”, porque su premio es vivir de lo que hace. “No soy Darío Fo, y temo la vanidad. Agradezco la prosperidad y el prestigio que abre puertas de trabajo, pero los temo, pues mis frutos han de ser otros. Si vienen algunos más, espero que me lo recordéis: la vanidad engorda el ruido mental, sube la barbilla y da infelicidad, ganar un premio es lotería, ser sincero con lo que haces depende solo de ti mismo”.

Voz a los sin voz

Trato, al narrar, de ser memoria emocional de lo bueno/bueno, lo escribo doble, porque a veces en lo malo hay bueno y en lo bueno malo, al poner bueno bueno, me refiero al intento de superar la dualidad.

Su deseo de dar voz a aquellos seres a quienes sólo les queda la dignidad, y su compromiso con la sociedad en la que vive, le ha llevado a escribir historias sobre discapacidades como el síndrome de Down (léase su libro 'Anastasia la valiente') o la parálisis cerebral ('El reino de los mil escalones').

Cuenta Ferrero que respirar ya es un milagro y su libro 'Anastasia la valiente' aborda la verdad de los milagros cotidianos, creyendo que lo imposible es posible, “un antídoto a la televisión”. Por su parte, en “El reino de los mil escalones', sobresale la épica de quien demuestra su valía, luchando contra corriente y venciendo a favor del sol. Y, en esta misma línea de pensamiento, el creador de 'Kikiño, el gallo de la veleta de San Isidoro', reflexiona sobre la importancia de diferenciar lo esencial de lo accesorio, que es lo que enseña la discapacidad, porque la mayoría de la sociedad vive sin vivir. ”Son vivos muertos“, matiza él, consciente de que caminar, usar los cinco sentidos y no depender de otros, es esencial. ”Una sociedad que segrega por apariencias y cachés es una sociedad discapacitada de amor“. Por eso, Ferrero es partidario de amar a la persona sin juzgarla, conocerla sin guiarse de su carromato y reconocer su valía. ”Todos formamos el puzzle de la vida. Todas las personas hemos de participar en la comunidad, aportar y recibir“. Comprometido con los grandes valores, Ferrero manifiesta que es vergonzoso que no se empleen recursos suficientes en tirar barreras y luego se gaste dinero en parabienes y fiestas de gentes infelices que colman su desgracia con codicia y poder. ”Si eres político y tienes nobleza, al leer esto, haz algo bueno por los demás, y plántale cara a los grupos de presión capitalistas y no te asegures la vida con el cargo, pues igual que yo morirás algún día. De este mundo no nos llevamos nada material, sólo lo que hayamos amado y servido. Es hora de que la honradez llegue a todos los rincones. ¿Nos atrevemos a no ser gregarios de los billetes de quinientos? Seamos guardianes de un planeta que agoniza de basura y extinción. Demos espacio a la vida“, se expresa con sensibilidad y lucidez este contador de historias convencido, además, de que los mandatarios no quitan más subvenciones de discapacidad ”porque les sirve de marketing para aparentar su amorosidad, al tiempo que escurren sus bultos. Maquíllate, maquíllate. Y eso que ya han metido tijera de narices“. Y agrega: ”Me da asco formar parte de la especie 'humana' en estos casos“.

Algunos de sus libros, como 'Kikiño' o 'El cordero conquistador' estás ilustrados por el artista leonés Rubén Mielgo, al que Ferrero admira mucho, más allá de la amistad que los une. Su experiencia con Mielgo la califica como una aventura de alegría, risas y belleza. En proyecto tienen 'La hija del bosque y zoo'.

Asimismo, Ferrero ha contado también con la colaboración de otros grades ilustradores, que han bendecido, según él, sus textos, como Laura G. Bécares, Jose Luis Navarro, Pablo Ga, Lidia Iris Masferrer, Paula Vallar y Raquel Lanza. Esta última ha ilustrado su obra 'Hormiga Pasmina', editada por Everest, que ha sido un gran éxito de ventas este año en toda España.

Los niños y niñas entienden más de lo que creemos. Dosificarles verdades complicadas o ponérselas en metáforas suaves está bien, pero pintarles mundos de buenismo no les prepara. Creo en la bondad humana, eso les enseño, pero sé que también existe el horror. Les explico todo con humor, respeto, ternura y busco cómo mirarlo con sus ojos para entenderlo a su manera. Todo está bien si sabemos ser creativos.

En breve colaborará con un libro de cuentos sobre la solidaridad. “Un libro para la fundación Juan Soñador. Eso me hace feliz”, concluye.

Entrevista breve a Manuel Ferrero

“Ilumino lo confuso y busco serenidad dentro de mí”

¿Qué libro no dejarías de leer o leerías por segunda vez?

El Quijote.

Un personaje imprescindible en la literatura (o en la vida).

Anónimo en ambas facetas. A menudo ni pública.

Un autor o autora insoportable (o un libro insoportable).

No juzgo. Hay tantos tipos de autores como tipos de cabestros. Para hacer una tesis.

Un rasgo que defina tu personalidad

Silencio.

¿Qué cualidad prefieres en una persona?

¡Qué sea!

¿Qué opinión te merece la política actual? ¿Y la sociedad?

Estamos de mudanza.

¿Qué es lo que más te divierte en esta vida?

Ser.

¿Por qué escribes?

Pues no lo sé. Disfruto supongo.

¿Crees que las redes sociales, Facebook o Twitter, sirven para ejercitar tu estilo literario?

Más bien para difundir el blog www.manutecuenta.com

¿Cuáles son tus fuentes literarias a la hora de escribir?

Las que dejan poso. No sabría decir. Poesía clásica y tradición oral.

¿Escribes o sigues algún blog con entusiasmo porque te parezcauna herramienta literaria?

Poco navego por Internet. Pero tengo un blog gracioso a parte del personal www.poesiaenlosvertederos.blogspot.com Una parodia de concurso literario. El arte de reciclarse.

Una frase que resuma tu modo de entender el mundo.

Ilumino lo confuso y busco serenidad dentro de mí. Tarea a destajo.

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