Avelino Fierro: “La lectura es esencial para vivir”

Avelino Fierro. Foto de José Ramón Vega en La Barra

Manuel Cuenya

“Borges, tan dado a escribir para indagar en las historias pequeñas y el culto al coraje, para preservar el recuerdo de cuchilleros, soldados y ángeles caídos, ha seguido ganando batallas después de muerto” ('Diario Before Londres', 'Una habitación en Europa')

“Funcionario de día, paseante en busca de historias de noche”, así se define Avelino Fierro, un amante de los libros y los diarios, de la lectura y la escritura como completos perfectos para ir más allá, en definitiva, en un viaje por el mundo adelante, como manera de conocimiento, acaso en busca de emociones que que le hagan vivir más y mejor, al menos de un modo más intenso. Aunque él mismo nos previene, a la vez que cita a Marguerite Yourcenar: “Mais les livres ne contiennent pas la vie; ils n'en contiennent que la cendre” (Pero los libros no contienen la vida, sólo contienen la ceniza“).

“La lectura es esencial para vivir”, precisa este “escribidor que le echa un pulso a las palabras”, el cual tiene una biblioteca entera en su cabeza, a tenor de los muchos libros que ha leído y las citas que recuerda: “Hay un librito precioso de Antoine Compagnon, 'Para qué sirve la literatura', editado por Jaume Vallcorba -fallecido no hace mucho- en Acantilado. Montaigne y Bacon decían que el hombre culto vive mejor, que la literatura contribuye a la vida buena. Y Kundera decía que resiste a la estupidez, no con violencia, sino de una manera sutil y obstinada. Yo suelo citar a Harold Bloom: 'Sólo la lectura atenta y constante proporciona y desarrolla plenamente una personalidad autónoma'. No entiendo cómo se puede no leer, que te baste con la plana realidad”, matiza este narrador propenso a la melancolía. “Creo, con Samuel Johnson, que la literatura nos hace capaces de gozar mejor de la vida, o de soportarla mejor” (página 10, 'Una habitación en Europa'). Resulta difícil no leer, claro, sobre todo si uno se lo puede permitir, habida cuenta de que la mayoría de la gente ni tiempo tiene de coger un libro en sus manos, pues, esclavizados como están a un sistema caníbal, no les quedan ya ganas para nada, ni siquiera para sobrevivir a la intemperie y la barbarie. Otra cosa es para quien se dedica en cuerpo y alma a la escritura, o quien, como Avelino, tiene la fortuna de compatibilizar su trabajo como fiscal de menores con su labor como “aprendiz de plumífero”, dice él de sí mismo, en cuyo caso la literatura es esencial. Aunque no exista a priori ninguna relación, ni ninguna “homología” entre su trabajo de funcionario y su dedicación a la literatura, Fierro cree que para escribir “hay que estar un poco en estado de ósmosis, perseverar en ser receptivo, como decía Léon-Paul Fargue”. Reconoce que, incluso cuando escribe artículos técnicos o jurídicos, también le entra la vena “literaria” o se enoja con el legislador, o con esta sociedad del cinismo y la corrupción; “con el poder que ridiculiza las alternativas y la ilusión”. En su trabajo como fiscal de menores, está convencido de que “todas las vidas, tragedias, miserias y aventuras -los adolescentes son propensos a la autoexculpación y a la asunción de riesgos- que entran a diario en el cedazo, no son cribadas luego para hacer prosas. Se pierden para la escritura, se pudren en el engranaje del sistema”.

Cuenta que escribir es un acto que tiene mucho de soberbia; por lo que procura curarse en salud, marcar cierta distancia con la creación, “quizá porque he leído tanto a Steiner, porque no me veo digno de descalzar a ninguno de los maestros, a los que han habitado la casa insegura en la tierra de nadie de lo desconocido”, argumenta este narrador, que antes de publicar 'Una habitación en Europa' -uno de los libros más hermosos de cuantos se han publicado en el 2014, según el escritor Julio Llamazares ('El País')-, sólo había escrito un par de cuentos sobre un viaje con amigos y sobre una noche tremebunda y canalla. La insistencia de su editor Héctor Escobar y de sus amigos, entre ellos Manuel Vicente González (Manolo Cerebro), Alberto R. Torices, García Martín, Cecilia Orueta y el propio Julio Llamazares lograron que publicara su ópera prima, “una especie de diario que me pareció que iba más con mi carácter, con ese 'fondo sentimental' del escritor del que habla Baroja”. Ellos son, en su opinión, los responsables, los inductores, los culpables de que ande metido en esto del escribir. “Son enormemente generosos... con amigos así, todo es más fácil, soy muy afortunado”, concreta, haciendo constar que, antes de que se publicara su libro, la periodista y poeta Eloísa Otero ya le había pedido que escribiera en 'Tam-Tam Press'. Y es lo que viene haciendo desde hace unos años, enviando ese 'Querido diario', con un dibujo de cabecera y con periodicidad irregular.

“Decía Voltaire que el entusiasmo por la amistad ha sido más fuerte entre los griegos y los árabes, que tienen cuentos admirables sobre ella, que nosotros en esto estamos un poco secos. Pues yo con Julio y Manolo me siento un poco musulmán; y he escrito algún relato sobre ellos para poder abrazarlos cuando no los tengo al lado”, especifica el autor de 'Una habitación en Europa', “un diario por encargo” (escribe en su capítulo-'Diario Before Londres'), algo realmente inspirador habida cuenta de que otro especialista en diarios, el gran Umbral, a quien cita Avelino, decía que “la mejor musa es el encargo”. También Umbral, en 'Un ser de lejanías', escribe que el memorialismo es la literatura en estado puro, recuerda Avelino, que tal vez por eso escribe diarios, porque es lo único que le sale, “por defecto”, aclara él, que no se siente escritor de ficciones. “No anda uno peleando a brazo partido con las metáforas; esto es algo más modesto, una especie de registro de acontecimientos, un acta notarial: abres la ventana, calibras el oído y la vida va impregnando de imágenes, sonidos o siluetas esa sutil y fina membrana que anda por alguna parte de tu cerebro y que trata de atraparlas, como el negativo de una cámara oscura”, explica Fierro, cuyos primeros relatos eran austeros, fotos fijas de una parte de nuestras vidas, escenas cotidianas. En el fondo, lo siguen siendo, en los cuales “la realidad está en ellos como un chicle pegado a la suela del zapato”. No en vano, trae a mientes la frase de Blanchot: “el diario es el ancla por medio de la cual el escritor se ata a la realidad cotidiana”.

Decía Voltaire que el entusiasmo por la amistad ha sido más fuerte entre los griegos y los árabes, que tienen cuentos admirables sobre ella, que nosotros en esto estamos un poco secos

'Una habitación en Europa (Diarios 2010-2012)' (Eolas, 2014), cuya presentación en León hiciera en la Fundación Sierra Pambley, por su empeño en la educación y cultura que sigue contagiando a buen seguro aquella Institución Libre de Enseñanza, del krausismo, de aquella gente que pretendía regenerar este país, “es el libro de un lector agradecido. Y las citas o los reconocimientos a autores son constantes”, añade este lector voraz, convencido de que nadie se libra, ni siquiera los maestros, de las citas o reconocimientos a otros escritores, mientras rememora a un autor sudamericano que cita a Borges, el cual decía –según Avelino–: “que si podemos escribir a partir de Borges, es porque Borges no nos enseñó a escribir, sino a leer; nos enseñó que el que puede pararse ante la literatura como un lector, puede escribirlo todo”.

“El fin de semana siguiente fuimos a la sierra. Bueno, aquí nadie dice 'sierra', nos parece gran cursilería... Y se trata de una sierra, según los mapas, la de los Ancares. Estaba frente a nosotros, allí veíamos perfectamente sus estribaciones, desde aquel altozano al que nos llevaron Yuma y Teje para nombrar cada uno de los picos” (“Diario en Blanco y Negro”, “Una habitación en Europa”)

La literatura, la amistad y la vida

Obsesionado con encontrar un buen título para su libro, y después de anotar hasta ochenta, entre otros 'La ciudad sin sombra' -escribe su autor-, llegó al de 'Una habitación en Europa', habida cuenta de que su hijo Javi se iría dos años a Alemania para seguir con sus estudios de música y necesitaba un alojamiento.

Estructurada en siete capítulos o diarios, esta obra es en esencia un homenaje a la literatura y la amistad, tal y como dijera su editor en la presentación del mismo en Oviedo. En este libro los lectores y “lectrices” se encontrarán desde breves ensayos, literatura de viajes, esbozos de poemas (“hay dos poemas en el libro -¡vaya cosecha!–...Uno, pensado en el hospital, pensado porque no podía escribirlo, ya que estaba lleno de goteros, vendajes y agujas intravenosas. Otro, entrevisto en un invierno parisino, que una vez redactado envié a un poeta, de esos de verdad, y lo corrigió y le dio tanto la vuelta que no lo reconocía ni su padre, o sea, yo”), hasta algún cuento... aparte de las anotaciones propias de un diario personal. “Y citas de autores, sobre todo, poetas”, detalla Avelino, consciente de que es un gran lector al que le falta el don de la poesía. “Me falta, para escribir poesía, esa mirada clara y conciencia del oficio, que dice Álvaro García que deben tener los poetas, o la suerte para encontrarla, perspicacia para reconocerla y sentido común para no estropearla, como dice Almuzara... Sólo sé leer todos los libros de versos que puedo. Y emocionarme. Y encomendarme a las musas del Olimpo. A mí se me aparecen, no como a Hesíodo cuando cuidaba su rebaño en las laderas del monte Helicón, sino cuando me veo desfallecer”, matiza con humor este “sabio, que hace de su sabiduría un arte” (Julio Llamazares), satisfecho con la frase final de la reseña que le hicieran de su libro en la revista 'Clarín': “Una vida que puede parecer indistinguible de cualquier vida, pero que no lo es precisamente por ese saber aferrarse, en medio del naufragio que resultan todas, al talón salvífico de la literatura”. La literatura como salvación y el diario personal como una manera de agarrarse con uñas y dientes a la realidad. Entre los muchos diarios que ha leído, Fierro cree que 'El Cuaderno gris' es el diario mejor escrito. “Hace poco se ha publicado 'La vida lenta', anotaciones de los años 56, 57 y 64, y en ella se hace referencia a la reescritura del Cuaderno. De Andrés Trapiello alguien dijo en un programa de televisión que le gustaba más que Marcel Proust. Yo, como no he leído a Proust, lo suscribo”, agrega él, que dedica en el último capítulo de su libro ('Diario de los nombres') un homenaje a sus últimas lecturas, entre las que se halla el propio Pla, además de Azúa, Zagajewski, Stasiuk, Brodsky, Camba, Tranströmer, Jhonson, Zweig, Auden, Ruano, Borges, D'Ors, Faure, Steiner, Sánchez Ferlosio...

La tierra leonesa, tan engreída y ensimismada -todas las conmemoraciones viven en un pasado demasiado lejano- y, a la vez, tan olvidada

“Somos extraños en cualquier lugar. /Habitantes de un limbo submarino/ que iluminan las fotos de un anuncio/ de adolescentes que patinan y envejecen./ Pero hace frío y en ese instante yo,/ que me aferro al ensueño de un tiempo detenido, / al fin claudico y emerjo a la superficie: / me arrastran las palabras/ cargadas de pasado y murmullos/ que, frente a Notre-Dame,/ me devuelven a un mundo/ enfermo y desolado, igual que siempre” (“Diario de un europeo”, “Una habitación en Europa”)

Nacido en Chozas de Arriba, el día de la fiesta del pueblo, Avelino recuerda que la orquestina debía de tocar un bolero o alguna música de ritmos lentos “-nada de jotas-; de ahí mi propensión a la melancolía”. Luego volvió al pueblo de al lado, que era el de su madre, en los veranos siguientes. El olor de las espigas y de la tierra mojada, los murmullos de la noche, el bramido de las bestias, el tiempo detenido de los veranos... conforman su infancia. “La verdadera patria del hombre es la infancia”, decía Rilke, que Fierro reivindica “en un afán por recuperar, sin remedio, a través de la escritura, ”aquel estruendo en la sangre, aquellas extrañezas continuas, aquella atolondrada felicidad“. Asimismo, trae a la memoria lo que le dijera su amigo Fernando Santamarta, que fuera fiscal jefe en León: ”El pueblo hasta los catorce años enriquece, luego embrutece“. Y, en esta misma línea de pensamiento, reniega de los regionalismos. ”Camba hablaba de la cursilería del regionalismo; Unamuno, de la petulante vanidad de un pueblo que se cree oprimido. Josep Pla llegó a ser más desdeñoso“, apostilla él, que no tiene el gen del localismo, porque lo suyo se reduce a jugar a la rana alguna tarde de verano en la casa familiar de Julio Llamazares, en La Matica, a la sombra de la catalpa. No obstante, León es su ciudad y siempre tiene presente la frase de Lawrence Durrell: ”Una ciudad es un mundo cuando amamos a uno de sus habitantes“ (página 174, 'Una habitación en Europa'). En las estanterías de su biblioteca hay también libros de sus paisanos Luis Mateo Díez, Antonio Pereira, Colinas y Gamoneda, Julio Llamazares y Manuel Vicente González, Andrés y Pedro Trapiello...

“Sentarnos u ovillarnos entre un vaivén de olas como las del océano materno, o quedarnos desnudos, garabatear un dibujo, recordar los veranos de infancia, los primeros balbuceos y caligrafías, masticar ahora por junio un tallo verde de avena... y esperar a que las lecciones de los maestros penetren todavía más en nuestro corazón” (“Diario de los nombres”, “Una habitación en Europa”)

Camba hablaba de la cursilería del regionalismo; Unamuno, de la petulante vanidad de un pueblo que se cree oprimido. Josep Pla llegó a ser más desdeñoso

Además, confiesa que recientemente ha leído, de otros paisanos suyos, algunos libros hermosísimos como 'Manuscrito del alba', de José Antonio Llamas; 'Mientras nieva sobre el mar', de Pablo Andrés Escapa; o 'Broza', de Antonio Manilla... y pronto espera leer los viajes de Emilio Gancedo, José Luis Conty y Gabriel Quindós, las segundas novelas de Epi Rodríguez y Marta del Riego, y 'The Passenger', en español, de Andy Symington.

Avelino sigue escribiendo y continuará luchando por esta tierra leonesa, “tan engreída y ensimismada -todas las conmemoraciones viven en un pasado demasiado lejano- y, a la vez, tan olvidada”. Cuando le asaltan algunas ocurrencias de concejales de cultura de partidos localistas, dice sentir escalofríos, porque han dejado a la intemperie iniciativas culturales con cierta proyección o ya asentadas, como el Festival de Órgano, el Purple, el Magistral de Ajedrez y aun el Premio Leteo, que está en entredicho.

Entrevista breve a Avelino Fierro: “Los 'tuits' son gorjeos, ¿no?”

¿Qué libro no dejarías de leer o leerías por segunda vez?

Me resulta imposible señalar solamente uno. En los últimos días he leído a Pla, Christian Bobin, Umbral, Vicente Gallego... Espero volver a leerlos.

Un personaje imprescindible en la literatura (o en la vida).

Varios escritores de los muchos que cito en el libro (ver el último capítulo, donde desarrollo esta idea). Y después de escuchar a Pablo Andrés Escapa hablar de las “poéticas” de Rafael Dieste y Felisberto Hernández, creo que los incluiría en la lista.

Un autor o autora insoportable (o un libro insoportable).

¿Libro insoportable en mi vida? Diría que ninguno, presumo de tener buen criterio a la hora de elegirlos, no compro al peso. Un amigo abandonó 'Vida de Samuel Johnson', de Boswell, que a mí me parece admirable.

Un rasgo que defina tu personalidad.

Me amoldo.

¿Qué cualidad prefieres en una persona?

La mirada clara.

¿Qué opinión te merece la política actual? ¿Y la sociedad?

¿No era esta una entrevista amable, para no crisparse?

¿Qué es lo que más te divierte en la vida?

Depende del día de la vida que uno tenga por delante... La vida te da sorpresas.

¿Por qué escribes?

Empecé porque algunos amigos se pusieron pesados con el asunto; por encargo. Luego, me he rendido gustosamente.

¿Crees que las redes sociales, Facebook o Twitter, sirven para ejercitar tu estilo literario?

¿Las redes sociales sirven para ejercitar qué? Los “tuits” son gorjeos, ¿no? ¿Me lo preguntas en serio?

¿Cuáles son tus fuentes literarias a la hora de escribir?

Te juro que no se trata de querer hacer marketing, pero te remito de nuevo a mi libro. Prácticamente todos los que allí se citan, y son legión.

¿Escribes o sigues algún blog con entusiasmo porque te parezca una herramienta literaria?

Me pidieron que escribiera en el blog cultural 'Tam-Tam Press'. Y sigo los de los amigos: Hemeroflexia, Café Arcadia, Mitos y flautas, Dura lex, El almirante ruina...

Una frase que resuma tu modo de entender el mundo.

“Pero seguramente esa felicidad era una mentira imaginada para desesperación de todo deseo”, de Emma Bovary, el personaje de Flaubert.

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