El día que la Sobarriba se encaramó al pedestal

Paisano de la Sobarriba en la estatua de Las Cabezadas en San Isidoro de León.

¡Qué dulce mañanita! El invierno se estaba dejando arrastrar hacia la primaveral apertura del año 2024. El ambiente parecía ejercer cierta influencia en el ánimo de Enrique y de Prometeo, miembros de la mano leonesa. Venían de realizar una visita al Scriptorium de El Escribano. Nadie como él para cumplimentar la feliz idea de dedicarle a Lucio, el constructor de la carcasa de topo catedralicio, un certificado donde quedara reflejado el agradecimiento de los amigos, en hermosa letra y un bello y purpurado león pasante.

Recordemos que, aun dentro de una efímera permanencia, intentaban hacer ver a lo legionenses, cómo algunas de las actuaciones de los munícipes erigidos en magnates, colocaban, a veces demasiado al albur, detalles escultóricos con poco tiento, u omitían otros, de ahí lo de “la restauración” de la mano.

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En animada charla habían llegado a la plaza de San Isidoro, estaban ante la puerta del Boccalino decididos a entrar a “tomar algo”, o mejor comer. Si bien para esto había que hacer un poco de tiempo. Nunca sabremos si fue o no premonitorio, pero lo cierto es que su detención al pie del detalle escultórico que recuerda Las Cabezadas, traería consecuencias.

Enrique tirando de memoria e ingenio y mirando al edil…, y al abad, sobre el pedestal emplazados, soltó un recuerdo oportuno:

— ¡Pensar que esto dos personajes, estuvieron por el suelo!

Recordaba así la peripecia de la grúa que de modo accidental los apeó del pedestal. Un golpe y giro inoportunos de un descuidado conductor.

El recuerdo jocoso merecía unas risitas… y ambos se las otorgaron.

— Se me acaba de ocurrir una idea, que puede que no pase del grado de ocurrencia. Anunció Prometeo…

— ¡Venga!, vamos para adentro y me cuentas. Dijo como respuesta Enrique.

No bien acabaron de tomarles nota de su pedido para comer, Pulgar planteó el tema:

— En el pedestal de Las Cabezadas, falta un tercer personaje; ya me lo has oído contar, se trata de un miembro de la Hermandad de la Sobarriba, también comprometido en el voto de cera con el Santo Isidoro…, y añadió con énfasis:

— ¡¡¡Vamos a intentar subsanarlo!!!

— Genial, me parece sencillamente estupendo, aportó Enrique, pasándose de euforia; la cuestión está en cómo hacerlo. ¡Hay que convocar al grupo!, añadió en tanto ponía el teléfono sobre la mesa y con facilidad cursaba mensajes.

La cita estaba clara, en La Bicha a las ocho de la tarde; había sido como su cuartel general de cita o encuentro en dos ocasiones anteriores, luego el barrio tenía rincones húmedos acogedores, no iba a ser menos en esta “tercera entrega”.

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Aquella misma tarde, fieles a la cita, allí estaban los cinco dedos. Tras los saludos, Prometeo y Enrique, casi quitándose la palabra, pusieron al corriente de la nueva aventura al resto de la mano. Al pronto habló Olga:

— Puesto que siempre es efímero el resultado, corto en permanencia, pero llamativo, si aceptamos el reto de incorporar un personaje de la Sobarriba al incompleto pedestal, reclamando lugar espacio y recuerdo, ¿por qué no podemos pensar en una persona? ... ¡¡¡Viva!!! Esta expresión sorprendió. Tal vez por ello hizo una interesada pausa.

Con la mirada, y el oído atento, sus compañeros seguían el discurso, esperando la propuesta que no tardó en llegar. La tenía en los labios y soltarla fue facilón:

Propongo que incorporemos a un “mimo”.

Leoncio, muy sorprendido, soltó:

— ¡Excelente idea!... ¡Lo has petado!

...el actor, estático sobre el pedestal, permanecerá un tiempo en tanto los ciudadanos que acudan a la cita, pueden tomar sus fotografías:

¡Inmortalizar el momento, el grupo y la sugerencia!

Cayó estupendamente la proposición. Felicitaciones no le faltaron.

Ya está, lo tenemos. ¡Fue acuerdo unánime!

Los días posteriores transcurrían veloces, cada uno por su lado intentaba buscar ayudas para encontrar un actor que se prestara al juego. Siete días necesitaron para que a Nicolás le mencionaran a Lupino. Lo hizo un feriante, de los de siempre, quien le habló de un joven que quería ser actor, de momento se entrenaba ensayando lo gestual y lo estático, hacía de ocasional estatua en Logroño, y algo iba recaudando para persistir en el empeño, de manera que el caché será muy moderado, le trasladó el informante.

He ahí un asunto, el dinerario, del que tendrían que hablar… a futuro. Lo de pasar la gorra, ya se lo venían soltando a los convecinos que les felicitaban.

Prometeo, casi en plan ideólogo, tuvo oportunidad, vía telefónica, de contar y retratar la idea y el cometido al mimo de La Rioja.

Decir que a éste le gustó, no pecaba de excesivo, máxime si al salirse de las normas, había “algún revuelo civil”, que le ayudara a crearse nombre.

Habrá parafernalia, le anunció Prometeo, pero dado nuestro limpio hacer, gozamos de ciertas comprensión municipal, especialmente, todo será en un limpio discurrir, eso sí no faltará prensa y reportaje. Esto último le gradó al actor, o así lo comunicó verbalmente.

Entraba así la mano en vía de reparar el doloroso olvido de La Sobarriba, que iba a estar representada en el grupo estatuario. no sólo para solaz conciudadano, sino para que se tomara en cuenta la denuncia:

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Llegó el día. El domingo anterior a Las Cabezadas, el éxito parecía estar asegurado, se había convocado el acto para las doce del mediodía, de la que en verdad resultó una luminosa mañana de abril legionense, y bastante antes de que tocaran las doce campanadas, el público no digamos que abarrotaba la plaza, tampoco hay porqué exagerar, pero sí que era más que notable la presencia de personas, ya accidental, ya convocadas.

El mimo un joven espigado, ágil de mente y ejecutoria, adornado del ropaje que él interpretó como adecuado, por lo leído, llegó puntual y no tardó en estar presto a colocarse de labrador sobarribano. Le ayudaron a alcanzar la cima del pedestal, y allí se quedó 'clavado' componiendo un trio que evocaba otro originario momento.

Lupino era toda una estatua. ¡Fabulosa imagen para el recuerdo!

Ya estás leonés de la Hermandad de La Sobarriba en lo más alto del mejor de los recuerdos. Espero que te veas representado, al menos con los ojos del sentimiento. No se trata de competir, sino de compartir.

A quien le interese puede ver un artículo mío de 1999, y más, sobre el tema pinchando aquí.

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