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Infamias a políticos socialistas del pasado

Placa dañada que fue retirada de la vivienda donde vivió Largo Caballero.

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El acoso de las derechas políticas y mediáticas al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y a su entorno familiar no es nuevo. Los periodistas se remontan al pasado más inmediato recordando las campañas contra Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero. Pero en la historia de España tenemos otros muchos ejemplos de ataques contra dirigentes socialistas, empezando por el fundador del PSOE, Pablo Iglesias, al que le acusaban de viajar en trenes de primera y que antes de llegar a la estación se bajaba en un vagón de tercera. También le culparon del atentado que acabó con la vida del presidente del Consejo de Ministros, José Canalejas, en 1912.

A Francisco Largo Caballero, ministro de Trabajo, ministro de Guerra y presidente del Gobierno durante la guerra civil, siempre le acusaron de vivir en un hotel u hotelito para desacreditarlo, cuando en realidad era una modesta vivienda unifamiliar en el número 6 de la calle Sort, próxima a la Dehesa de la Villa. Además no se puede olvidar el apelativo del Lenin español  y que es otro mito más que el propio Largo rechazó siempre sin ambages. (Julio Aróstegui: 'Largo Caballero. El tesón y la quimera', Debate, 2013). Aparte de acusarle de ser el responsable de numerosos asesinatos, lo que motivó, en noviembre de 2020, la destrucción a martillazos de la placa en su casa natal en el madrileño barrio de Chamberí por el ayuntamiento de Martínez Almeida con los votos del Partido Popular, Ciudadanos y Vox. En junio de 2023, el Tribunal Superior de Justicia de Madrid falló en contra del Pleno de septiembre de 2020 que aprobó también la retirada de la avenida dedicada a Largo Caballero y el bulevar a Indalecio Prieto. Todavía no han restituido la placa, que se encuentra abandonada en un almacén municipal.

Juan Negrín, ministro de Hacienda, ministro de Defensa Nacional y presidente de Gobierno en guerra, también recibió toda sarta de insidias: lujurioso, insaciable con la comida, cobarde, codicioso y drogodependiente, entre otros calificativos. De hecho, en un libro publicado en 1938 por el propagandista Francisco Casares: 'Azaña y ellos. Cincuenta semblanzas rojas', le definía así: “Ese bárbaro de Juan Negrín, con rostro de boxeador y maneras de plantígrado, no tiene, en realidad, una personalidad propia. [...] Negrín no sabe hablar. Ni escribir. Refractario temperamentalmente a toda sensibilidad, a toda finura de espíritu, zafio, grosero, bárbaro […] Esa bestezuela canaria, con ojos adormecidos de dopista, traza deforme de animal selvático y conducta miserable de bellaco”. Recordemos que Negrín era catedrático de Fisiología, maestro de ilustres científicos como Severo Ochoa, y políglota que dominaba cinco idiomas. (Enrique Moradiellos: 'Negrín. Una biografía de la figura más difamada de la España del siglo XX', Península, 2006). Casares fue secretario honorario de la Asociación de la Prensa de Madrid desde 1937 y recibió los premios Luca de Tena y Francisco Franco. 

Fernando de los Ríos, ministro de Justicia y ministro de Instrucción Pública, fue calificado despreciativamente de rabino por el periódico El Debate, vinculado a la CEDA, y el diario tradicionalista El Siglo Futuro se refería a él como “judío”. A Manuel Cordero, concejal del Ayuntamiento de Madrid, y diputado socialista que defendió el voto femenino en las Cortes Constituyentes de la Segunda República, el semanario Gracia y Justicia, le acusó de enchufista. Su cargo de presidente de la Comisión de Responsabilidades que debía juzgar el papel de la monarquía de Alfonso XIII y la dictadura de Primo de Rivera en el parlamento le costó todo tipo de calumnias. Gracia y Justicia, utilizando un humor burdo y grosero, también se hizo famoso por su campaña contra otros socialistas y contra Manuel Azaña, presidente del Gobierno, ministro de Guerra y presidente de la República. Se convirtió en su obsesión: lo apodaban “el verrugas” o “el monstruo” y llegaron a publicar incluso esquelas mortuorias de él. Esta revista también hizo chistes sobre el ministro de Hacienda, Jaume Carner, enfermo de cáncer, que moriría poco tiempo después.

La lista sería interminable de políticos socialistas y de izquierdas difamados por las derechas y sus cabeceras mediáticas. Pocos periódicos continúan de aquella época, tan sólo el ABC, que felicitaba los cumpleaños a Hitler y estuvo implicado en el alquiler del avión Dragon Rapid, que trasladó a Franco desde Canarias a Marruecos para iniciar allí el golpe de Estado del 17 de julio de 1936. También se hizo eco, por orden de Manuel Fraga Iribarne, ministro de Información y Turismo, de la manipulación de los diarios de Enrique Ruano, asesinado por la Brigada Político Social, pero que el régimen franquista quiso hacer pasar por un suicidio. Por no hablar de la campaña catastrofista que desarrolló en la primavera de 1936 para crear el estado de necesidad que justificase un golpe militar. Cada uno tiene una historia y tiene que asumirla. 

Por tanto, vemos que la estrategia para atacar a Pedro Sánchez, aun deslegitimando las instituciones democráticas del país, no son una novedad. Nada nuevo bajo el sol, pero ahora con las redes sociales y los periódicos digitales se han incrementado el ejército de difamadores sin prueba alguna. Sólo emplean insultos, mentiras y bulos. 

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